Las relaciones de amor exigen confianza. No es posible vivir una experiencia de amor si no se confía en la otra persona. Confiar es tener la certeza que el otro no me va a dañar de manera consciente.
Es estar seguro que a la base de la relación, con esa persona, está la decisión de ayudarme a ser más feliz y mejor ser humano. Cuando alguien me ama siempre quiere para mí lo mejor y quiere que todo me salga bien. Ella ha tomado la decisión de incluirme, por amor gratuito, entre las personas que forman parte de su círculo más íntimo y que tiene que ver con su realización y felicidad. Confío porque tengo claro esa decisión de la otra persona y en mi corazón hay la estoy seguro que puedo confiar en ella.
La confianza nace de la comprobación histórica de esa decisión del otro. Es decir, confío en el otro cuando sus actos continuos me han enseñado que me quiere lo mejor para mí. Es muy complicado confiar en alguien que sistemáticamente ha mostrado que quiere dañarnos y que espera cualquiera "desatención" para aprovecharse de ella. Por eso hay que tener claro sin vida compartida, sin acciones que expresen una opción a favor mía no hay verdadera confianza.
Cuando en una relación no hay confianza tampoco puede haber amor. No es posible que mi felicidad esté determinada por la tuya sin que yo pueda confiar en tu palabra, en tus acciones, en tus decisiones.
Si creo que me vas a engañar y necesito estar vigilándote, es porque creo que no me amas. Si tengo que estar a la defensiva por lo que vas a hacer, es porque tal vez tengo miedo que me dañes y esa es una expresión clara que no me amas. Si tengo miedo que tengas otra pareja, otros amigos, que sean más importantes que yo, es porque no he podido descubrir en tus expresiones afectivas la exclusividad que requiere el amor de pareja. Si tengo que hacer poses que encubran mi verdadero ser es porque el tiempo compartido no me ha dejado claro que me aceptas tal cual como soy.
Cuando amo y confío me puedo presentar tal cual como soy, mostrando mis debilidades, mis carencias e inseguridades a la otra persona; porque sé que la otra persona no va a utilizar esas debilidades en contra mía, ni se aprovechará de ellas para dañarme.
Considero que desde aquí se puede entender la metáfora de la desnudez –el presentarme tal cual soy, sin nada que esconda lo que soy y tengo- del hombre en el libro del Génesis cuando después de haber comido del fruto prohibido, de la toma de conciencia de lo bueno y de lo malo y el rompimiento con Dios, este es cuestionado por Dios "¿Dónde estás? Y Adán responde "Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo, por eso me escondí". Quien no confía tiene miedo de ser visto desnudo. Busca tener algo que cubra sus dimensiones de las que no está satisfecho o tiene miedo de no ser aceptado por el otro. Quien ama se siente amado no tiene miedo de mostrar sus defectos, sus necesidades, sus carencias, sus equivocaciones, ya que se sabe aceptado y valorado tal cual es.
Dolorosamente nos hemos acostumbrado a las caretas en las relaciones afectivas, y también como Adán respondemos que tenemos miedo porque estamos desnudos, y no nos sentimos amados. Es realmente frustrante que sean los celos –y en algunos casos con visos netamente patológicos- y las actitudes vigilantes sean asumidas como indicadores de verdadero amor. Cómo si la ecuación fuera: "Quien no me vigila y no desconfía de mí no me ama". Nada más falso y dañino.
Ahora, cuando la confianza se rompe. Cuando descubrimos que el otro si es capaz de dañarnos, de herirnos, de mentirnos, de hacernos lo peor. Es muy difícil volver a confiar. SE necesita una buena sanación, un buen proceso de reconciliación, perdón y la certeza de que un cambio se ha producido en la otra persona. No creo que sea fácil volver a confiar. Se necesita tiempo y muchos cambios. Entiendo a los que no vuelven a confiar y deciden decir que es mejor poner distancia. Comprendo a aquellos que manifiestan que las heridas tan fuertes no han podido sanar con las palabras de arrepentimiento que los otros han dicho y que prefieren no seguir con la relación. Claro que también creo que es posible intentarlo una vez más y que es posible que lo roto vuelva a coserse y pueda generarse una actitud de confianza luego de un engaño.
Te bendigo y te deseo, que esta reflexión posibilite decisiones sobre la relación amor y confianza que te ayuden a la realización de tu proyecto personal de vida.
(Palabras del Padre Alberto José Linero Gómez)