Consejo 2: Aquietando la Mente
Una de las cosas más importantes para escuchar la Voz de Dios de manera consistente en tu vida, está relacionada con tu capacidad para aquietar tu mente. Ahora bien, ¿por qué es importante aquietar tu mente para poder escuchar esta voz? Porque nuestra mente es el portal de nuestras percepciones. Es a través de nuestra mente que nosotros experimentamos las cosas. Sin la mente, seríamos incapaces de percibir sentimientos, pensamientos, conceptos, apreciaciones. Nuestra mente es el dispositivo de comunicación universal y cuando está ocupado, cuando está pensando en una y mil cosas, ya sea juzgando, luchando por su supervivencia o creando, bien puede ser muy difícil escuchar la guía interior, la calidez y la sabiduría que Dios conserva para nosotros.
Ahora bien, las formas para aquietar tu mente son muchas. De hecho, las posibilidades disponibles para aquietarla son tal vez ilimitadas. Entre las formas más comunes se encuentran la meditación, estar en contacto con la naturaleza, practicar algún deporte o artes marciales, todas son formidables maneras de aquietar la mente.
Nuestra mente se aquieta cuando está concentrada, relajada y en paz. Por lo tanto, no existe una única técnica de aplicación universal para aquietar la mente. Todos tenemos una particular forma para aquietarla, ya sea escuchando música, pintando o saliendo a caminar. Cuando aquietamos nuestra mente, de hecho estamos soltando toda distracción y nos alineamos con nuestra mentalidad recta en la cual mora el silencio.
Ahí es entonces cuando podemos escuchar la Voz que habla por Dios con menor esfuerzo y con mayor claridad. Esto es especialmente importante en una sociedad como la nuestra, que se encuentra tan ocupada haciendo tantas cosas todo el tiempo.
Nuestra lista de cosas para hacer es enorme. Siempre estamos haciendo malabares con diez cosas al mismo tiempo, cada una con sus diferentes prioridades. Quizás ésta sea la razón por la cual aquellas personas que viven de una manera sencilla, quizás en el campo o lejos del ajetreo y bullicio de la gran ciudad, llevan un ritmo de vida mucho más tranquilo. Estas personas además, suelen estar generalmente mucho más conectadas con sí mismas. Ahora bien, no es necesario vivir en el campo o no estar ocupado, sólo es necesario tener la voluntad para detenerse, tener la voluntad para que tu mente no corra todo el tiempo, tener la voluntad para concentrarse y volverse hacia el interior, hacia ese lugar calmo y sereno donde mora el Espíritu Santo.
Por muy extraño que parezca, Candace y yo tenemos nuestras propias formas para alcanzar ese lugar quieto. Antes de llegar a escuchar la Voz, no teníamos ninguna técnica que el Espíritu Santo nos hubiera entregado. En el pasado, ambos habíamos practicado diferentes formas y técnicas de meditación que funcionaban para nosotros. Pero cuando comenzamos a celebrar talleres, no sabíamos cómo hacer para que las personas se volvieran hacia el interior para escuchar Su Voz y así fue que le preguntamos al Espíritu Santo cómo hacerlo y es en verdad sorprendente que nos ofreciera una técnica tan simple y efectiva. En este articulo no tenemos espacio de explicarla, de hecho nos toma todo un día hacerlo. Pero alcanza con decir que sólo es necesario detenernos, detenernos para volvernos consientes de aquello que estamos pensando de forma tal que tomemos la decisión de aquietarnos.
Este es el porque es crítico aquietar la mente, tomar un momento y detenernos, reconocer qué es lo que esta sucediendo con nosotros mental y emocionalmente y una vez que hemos reconocido esto, decidir simplemente que vamos a abandonarlo. Dirígete hacia ese lugar quieto y permítete estar presente en ese momento.
Durante los días subsiguientes, busca aquellas formas que funcionen para ti a fin de aquietar tu mente, ya sea escuchar música clásica o salir a caminar, tomarte de las manos de tu pareja, hamacarte en tu patio. No importa la forma en la que alcanzas ese lugar interior, una vez allí es en verdad maravilloso. Entrégate a esta práctica durante los próximos días. Haz lo mejor que puedas para pasar al menos cinco minutos diarios durante los próximos días haciendo aquello que necesitas hacer para aquietar tu mente y una vez que lo has conseguido, pídele ayuda a Dios ya sea para algún tema especifico o general y observa qué respuesta viene a ti. Es muchísimo más fácil escuchar cuando has aquietado tu mente que tratar de escuchar la voz de Dios en un torrente de pensamientos y prioridades.